En el contexto de ampliación de derechos sociales, que se plasma en las leyes socioeducativas que tuvieron lugar entre los años 2005 y 2015, la escuela secundaria ha conformado una plataforma para llevar adelante proyectos educativos tendientes a asegurar la escolarización de las y los sujetos durante sus diversas y desiguales trayectorias escolares. El surgimiento y desarrollo de los nuevos formatos escolares, con propuestas curriculares alternativas a la escuela tradicional, asumieron el desafío de generar un espacio inclusivo dentro de la estructura de niveles del sistema educativo, así como orientar las acciones pedagógicas a la atención de trayectorias diversas, a través de su emplazamiento en contextos socioterritoriales periféricos y/o dirigidas a grupos desfavorecidos. En este marco, se han realizado prácticas y acciones institucionales concretas en colaboración con las universidades y las administraciones educativas regionales, con el objetivo de garantizar que la acreditación del nivel educativo de los estudiantes sea el resultado del aprendizaje de los contenidos disciplinares y saberes prioritarios que exige la normativa vigente, con el compromiso de posibilitar el acceso de los jóvenes egresados a estudios superiores, así como de ampliar sus posibilidades laborales y enriquecer sus horizontes culturales y sociales. Las desigualdades sociales y económicas como condicionantes estudiantiles, así como las formas en que estos condicionantes afectan a las biografías de los jóvenes e influyen en sus trayectorias, han sido abordados desde una perspectiva sociocultural, en tanto el objetivo de las investigaciones fue interpretar y comprender el mapa complejo de sentidos que se construye alrededor de las esperanzas, expectativas, imaginarios, respecto del futuro de formación y/o laboral de los estudiantes que están asistiendo a la escuela secundaria (Miranda, 2008; Southwell, 2013; Battistini y Mauger, 2012). Desde esta perspectiva se han abordado casos situados para dar cuenta de las relaciones complejas entre las desigualdades materiales, el capital cultural de las y los jóvenes y sus familias y los condicionantes culturales y simbólicos en la construcción de las expectativas en los procesos de subjetivación y socialización que tienen lugar en las instituciones educativas (Longo, 2012; Southwell, 2013; Dubet, 2011, 2015; Weiss, 2012).